lunes, 21 de mayo de 2007

Impresiones IV: los narcos

En estos días, gran debate nacional porque Calderón, el flamante y fraudulento presidente mexicano no tuvo mejor idea, haciendo gala de una retórica populista que no mide consecuencias, digo, que Calderón le declaró la guerra a los narcos y se armó flor de despelote. Sobre todo por que los narcos dijeron “ps… ni modos” y se han dedicado en las últimas semanas a dejarle en claro a quien quiera escucharlo, y esperemos que Calderón quiera, que de guerra ellos saben una chingada.
Hay tres grandes carteles en México: el del Pacífico, el de Ciudad Juárez y el del Golfo, que tenían hasta hace poco una relación mas o menos pacífica con el resto de la sociedad: hacían sus negocios, no mataban a casi nadie. Pero no va que Calderón, con el pecho henchido de orgullo patriótico y la moral ultrajada por los negocios espurios de los narcos, decide declararles la guerra y desde hace un par de semanas no dejan de aparecer cadáveres y más cadáveres por todo el país. El miércoles pasado fueron 22 tipos, y el promedio nunca baja de los 5 o 6 por día.
Pero todo esto para contarles del debate que se generó, ya que las dos soluciones al problema son bien radicales, descartadas cualquier gazmoñería como la de Calderón del tipo de “hay que meterlos a todos presos”, “están fuera de la ley”, etc.
Pero entonces iba al debate y a las soluciones propuestas…
Uno) legalizar: esta parece ser la solución mas seria y formalita, aunque, claro, nadie dice cómo sería, ya que no se trata de marihuana para consumo personal sino del tráfico de cientos de miles de kilos de cocaína que, obviamente, no son para consumo interno sino que se exportan a otros países, sobre todo EE UU. Y…
Dos) ,esta es la más interesante: lo que se le reprocha a Calderón no es que sea la cabeza ineficaz y corrupta de un estado ineficaz y corrupto y que por lo tanto no tenga los medios ni la capacidad para controlar a los narcos, sino que le dicen “para que sacudís el avispero”, es decir, para qué te metes con ellos, con los narcos. La solución que proponen, entonces, es ignorarlos, pero no con la ilusión de que desaparezcan y se extingan solos, sino a sabiendas de que el estado, que todo debería controlar, no puede controlarlos. La clase política propone, como solución, permitir una realidad paralela, toda una franja de la vida social que no estaría (y que de hecho no lo está actualmente) regida por la legalidad del estado, sino por la legalidad que determinan los narcos.
Y si bien esta es la política que el estado mexicano viene aplicando desde hace años con el EZLN, digo, el ninguneo, el ignorarlos, el pretender que no existen, las diferencias son bien importantes ya que en Chiapas se ha mantenido, hasta el día de hoy, una guerra de baja intensidad, callada, pero no por eso menos real, que los zapatistas y las comunidades viven día a día, y que está mitad en manos del ejercito federal, mitad en manos de paramilitares.
Pero con los narcos es distinto, se dice “ignórenlos” a sabiendas de que es imposible controlarlos militarmente y que esa guerra de baja intensidad es imposible con ellos, por que ese es su propio terreno, esa guerra callada es la propia de los narcos.
Entonces que el estado se desmorona, mantiene las formas y las pretensiones totalizantes, pero hay zonas enteras del mapa social sobre el que no tienen control alguno. Esos lugares están ocupados por organizaciones autónomas e independientes como el EZLN… y los narcos.

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